
15-Octubre-2010
Número 20 - Año I - Agosto-2008
Por Andrés D'Alessandro
El pan envenenado
En medio del boom minero peruano, un médico descubrió que su pueblo está pagando con la salud de sus niños el privilegio de tener empleo. ![]() CUANDO EN JULIO DEL 2004 el médico peruano Hugo Villa Becerra y dos colegas decidieron investigar qué estaba pasando con los bebés que nacían en su ciudad, La Oroya, jamás imaginaron lo que iban a encontrar. Intuían que las autoridades del hospital público ocultaban algo, y que no iban a permitir que se desarrollara el estudio, así que optaron por tomar muestras de sangre a 93 recién nacidos en forma clandestina. Un año y medio después las conclusiones fueron demoledoras: todos estaban envenenados con plomo. Pero poco es lo que el médico pudo hacer hasta ahora para salvar a los niños de La Oroya, porque el enemigo es demasiado fuerte y está en todos lados. El viento se acumula en las calles de La Oroya Antigua, y las mujeres, escoba en mano, “limpian” el manto de plomo, zinc y otros metales pesados (tóxicos) que lo cubre todo. Y, de acuerdo a las indicaciones de la empresa Doe Run, dueña de la fundición —y del pueblo—, cuidan mucho de que sus niños no toquen nada del suelo, aunque de poco sirva, según el doctor Villa Becerra. mundo. Los reportes anuales del Blacksmith Institute la ubican junto a otros infiernos terrenales, como Sumgayit (Azerbaiyán); Linfen y Tianying (China); Sukinda y Vapi (India); Dzerzhinsk y Norilsk (Rusia) y Chernobyl (Ucrania).
“SUFRIMOS UN ENVENENAMIENTO SILENCIOSO, mortal, que afecta especialmente a los niños”, denuncia Villa Becerra, sentado en una salita de la parroquia Santa Ana. Neurólogo, con 27 años de profesión, como médico de pueblo se dedica a más de una especialidad. Recita de memoria las enfermedades que la exposición al incesante humo de la fundición puede provocar en los procesos bioquímicos esenciales del organismo humano: anemia, alteraciones del sistema nervioso central, déficit en el desarrollo óseo, problemas de peso, de talla, de rendimiento intelectual y capacidad cognitiva, trastornos respiratorios, problemas cardiovasculares, parestesias, miopía, pérdida de audición, y muchos más. La lista asusta. El último estudio conocido en base a un censo hemático, efectuado entre diciembre de 2006 y enero de 2007, reveló que el 95% de los niños de los barrios La Oroya Antigua, La Oroya Nueva, Paccha, Huari y Santa Rosa de Sacco registraron niveles de plomo en la sangre por encima de los estándares establecidos por la OMS.
EN LA PARROQUIA funciona el cuartel general de los ambientalistas oroyinos, el MOSAO (Movimiento por la Salud de La Oroya), un grupo díscolo, amenazado e ignorado por un pueblo que respira humo —pero respira— gracias a la empresa que lo compró todo, hasta sus vidas. En el centro de la escena, una inmensa chimenea fuma sin descanso. El “viento malo” flota hasta la zona antigua de la ciudad, donde se deshace en millones y millones de partículas sobre los más pobres. EN LOS ÚLTIMOS CINCO AÑOS la mayor demanda internacional y el incremento de los precios de los commodities mineros le impusieron a la planta el ritmo infernal de 600 mil toneladas métricas de concentrados procesados por año. En voz baja, los pobladores aseguran que el “viento malo” sopla más fuerte cuando ellos duermen. Prueba de esto es el polvillo que se acumula insistentemente cada mañana, a pesar del esfuerzo de las madres y sus incansables escobas.
Los voceros de Doe Run desmienten que por la noche se intensifiquen las emisiones, y prefieren tratar de desviar la atención hacia los “fantásticos” espacios verdes que presenta la ciudad: un alejado barrio privado donde viven los directivos de la empresa, un minizoo con escasa presencia de visitantes y un exclusivo campo de golf, también para los gerentes. El doctor Villa Becerra sonríe por única vez en la entrevista cuando le menciono el “tour”. La Oroya es hoy un “company town” donde todos dependen, de alguna forma, de la buena voluntad de los gerentes de Doe Run. La buena voluntad va de la mano de un ventajoso convenio que la empresa firmó con el Estado peruano. Muchos oroyinos salieron a las calles a defender a Doe Run. Toledo no lo dudó: extendió los plazos. Era entendible, pues la compañía es una de las mayores inversoras en el Perú, y su principal accionista es el multimillonario Ira Leon Rennert, proveedor de vehículos militares del Pentágono. Sin embargo, en Missouri, donde nació la empresa, el gobierno estadounidense la obligó a reducir las emisiones cuando se comprobó que se habían incrementado los valores de plomo en la sangre de los niños.
En el caso de La Oroya, a diferencia de lo que sucedió en Estados Unidos, se debió llegar al extremo de apelar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). A fines de 2005, un grupo de ONGs presentó ante la Comisión una serie de medidas cautelares en nombre de un grupo de habitantes de La Oroya para que a esa población se le provea de diagnóstico y atención médica, programas de educación y salud independientes y objetivos, una apropiada evaluación y seguimiento de las obligaciones del Plan de Adecuación y Manejo Ambiental del Complejo Metalúrgico (PAMA); además de un control efectivo de las emisiones atmosféricas del complejo, y protección para las personas que trabajan por la salud y el ambiente en la ciudad, porque habían sido amenazadas. Como las acciones fueron incumplidas por parte del Estado peruano, el 27 de diciembre de 2006 se solicitó que se determine su responsabilidad por permitir “las afectaciones en la salud, la dignidad, la integridad y la vida, y en los derechos de los niños, debidas a la falta de control de la contaminación en el pueblo”.
LO CIERTO ES QUE, comparativamente, en La Oroya se percibe una acción más responsable por parte de la empresa que cuando la fundición pertenecía a la estatal Centromin, entre 1974 y 1997. Pero, también, ahora existe una mayor conciencia ambiental global. El médico alude a dos de los emprendimientos centrales de la estrategia de Doe Run. El primero es la cuna-jardín Casaracra, ubicada 9 kilómetros al norte de La Oroya, establecimiento al que diariamente son llevados los chicos con ug/dl más elevado, para ser “desplomizados”. Y el segundo son las “brigadas de limpieza”, conformadas por vecinas que limpian las calles premunidas de escobillones y litros de detergente, arrastrando los desechos hacia el ya maloliente río Mantaro. EN LA OROYA, muchos ven como traidores a Villa Becerra y sus pares del MOSAO. Él lo sabe, y por eso se cuida de no discutir en la calle con las mujeres o los trabajadores de la planta. Muchas veces lo han amenazado. Lo que no puede callar Villa Becerra es su indignación por la actitud de los colegas que trabajan para la empresa. “Tienen una falta de ética increíble cuando aseguran que el plomo se sale del cuerpo a los cien días, o que a pesar de la contaminación en La Oroya Antigua se puede vivir. Es gente que se ha vendido.”
El estudio que el médico desarrolló clandestinamente en el hospital demostró que el feto absorbe plomo a través de la sangre de su madre, lo que mereció un premio de “Essalud—Seguro Social del Perú” por su alta calidad científica y el aporte a la comunidad. Sin embargo, Villa Becerra fue suspendido, porque el estudio se realizó sin permiso de las autoridades. “Ahí radica otro de nuestros graves problemas, la falta de capacidad suficiente para hacer diagnósticos más precisos. Si contáramos con el apoyo necesario para hacer mediciones, seguimiento de casos y estudios epidemiológicos, tendríamos mayores precisiones, y así descubriríamos que el problema es quizás mucho más grave de lo que pensamos.” 7
S?bado 28 de Agosto del 2010
MAGALLY MUEDAS
Hola ahora se lo que sintio una mujer que fue al africa y vio tanta muerte y desolacion, nunca se recupero y poco tiempo despues murio, creo que quizas no muera mi cuerpo, pero mi alma si, siento tanta tristeza que a veces quisiera morir de pena, encima tengo colera porque se que la desgracia de la Oroya se pudo evitar y aun se puede evitar pero los gobernantes de mi pais no quieren, por eso tengo mas rabia.
Viernes 27 de Junio del 2008
Jose Carlos
Es impresionante los problemas que trae esto de la mineria, me impresiona que nos paguen por la oportunidad de trabajo versus enfermedades para nuestra sociedad.
En mi pais El Salvador estan buscando la aprobacion de la minera, y casi no hay informacion, desconosco si esto al final nos ayude o termine por ser un problema mas para todos. |
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